domingo, 20 de abril de 2014

regina linguarum


        Ahora, muchos años después de las clases de latín, acabo de descubrir dónde está su magia, y no es aquello que nos contaban de su estructura lógica, es todo lo contrario: su ambigüedad.  El misterio “latino” está en la posición final del verbo, en sus conjunciones imprecisas, en las infinitas posibilidades de colocación de las oraciones subordinadas, en las palabras, que juegan al escondite gracias a su sistema flexivo y que irradian a derecha e izquierda y sólo son comprensibles a partir del todo, en la falta de verbos modales, en términos que, cuanto más frecuentes son, más significados tienen… todo es vago e indeterminado pero, justo por eso, se aferra a la idea fundamental y la expresa con sencillez. Es imposible hablar de manera hueca o pedante, no se puede desarrollar un discurso que no tenga un sentido concreto y revela inteligencia. Nietzsche decía de él que el resto de las lenguas ni siquiera podían desear lo que el latín consigue y si, a su estructura, le añadimos que tuvo un Cicerón con su poderosa retórica y una prosa rítmica y perfecta y que, a partir de él, la lengua se detiene y se vuelve inmortal porque es muy romano eso de dejar modelos para la posteridad me vuelvo a rendir ante ella. Definitivamente es la reina de las lenguas.


Wilfried Stroh (2013):  El latín ha muerto, ¡viva el latín!. Ediciones del subsuelo

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