Un buen baño en el mar es uno de los grandes placeres de la
vida. Como todo lo bueno, difícil de conseguir: el aire tiene que ser seco y
caliente y el agua, fría y muy salada. Grandes olas cargadas de espuma, una
playa casi vacía y el sol de frente. Atravesar un rompeolas bravo (con no pocos
respingos) y, una vez dentro, disfrutar con un mar rizado que te mece a su
antojo. Nadar mar adentro. Perder el contacto con la tierra. Con las dos: la
que dejas atrás y la que tienes debajo. Flotar, sumergirte y sentirte ligero.
Una vez ahí, ya sólo están el agua y el cielo, el mundo entero es azul y es el momento de relajarte porque el
mar, que yo creo que lo sabe, recompensa tu osadía. Si el baño es por la tarde,
mejor; y si sobrevuelan las gaviotas, inolvidable.
Muy cierto, Efímera. Yo estoy deseando darme uno de esos baños... Ya queda menos!!!
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